Me he equivocado. Lo reconozco. Empecé asumiendo mi culpabibilidad por haber tomado prestado el término 'viajes con alma' y ahora he de entonar el 'mea culpa' porque para que el alma viaje no es necesario dar un solo paso. Me lo demostró Sor Piolet, guardiana del monasterio de Zamarce, y me lo confirmó Felipe Ipas, ermitaño del monasterio de la Virgen de Idoia. Sus vidas, dedicadas a la oración, son un continuo viaje del alma. ¿Y por qué a la hermana Guadalupe le llaman Sor Piolet? Esa es otra historia. Y con alma, por supuesto.
Junto a estas líneas, Felipe Ipas, ermitaño de Isaba.
Los 'viajes del alma' a través de la religión es una constante en toda las culturas y tiempos. A la izquierda, una mujer reza en una mezquita de Estambul, Turquía.
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