domingo, 27 de diciembre de 2009

Un aventurero nato


Él también era un viajero, y sobre todo, un aventurero nato. A más de uno le costaba creer que estaba hablando con Monseñor Zabalza, mi tío abuelo, cuando en vez de encontrarlo con mitra episcopal y bonete, lo veía a pie de obra con un pico y una pala trabajando en la construcción de una iglesia o en una casa para una familia.

Este agustino recoleto (Bigüezal 1924-Sos del Rey Católico 2000) no tenía ni pajolera idea de nadar, pero esto no le impedía pasar más de un mes al año surcando las aguas del Amazonas para recorrer uno a uno los pueblos de su diócesis, en L´Abrea, una de las mayores regiones de Brasil. En su labor pastoral le tocó vivir de primera mano cómo la poderosa industria del caucho arrebataba las tierras a los pueblos indígenas, que carentes de cualquier medio o recurso no les quedaba otra opción que abandonar el terreno que habían habitado durante años sus antepasados. Puede que su labor no tuviera la repercusión de otros misioneros, como Vicente Ferrer, Teresa de Calcuta o el mismo San Francisco Javier. Pero sin duda, su viaje dejó huella. Como en aquel novio, que el día de su boda estrenó las sandalias que le regaló Monseñor y que ni tan siquiera sabía calzarse o aquellas ocasiones en las que además de ejercer de sacerdote le tocaba ser médico o aquella otra en la que... Sin duda, otro viaje del alma.

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